martes, 3 de agosto de 2010

Grado 11° lectura 4

¿DE QUE HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE ESTADOS FALLIDOS?

La Guerra Fría, entendida como el enfrentamiento entre las acciones de contención Norteamericana y el internacionalismo comunista de la URSS para consolidar sus ideologías y posiciones estratégicas , se traduce en términos políticos de gran escala como el enfrentamiento entre el liberalismo y el socialismo durante buena parte del siglo XX. Pese a ello, la Guerra Fría se caracterizó por el realismo bipolar que significó simplicidad a la hora de ejercer el liderazgo por parte de cada una de las dos superpotencias enfrentadas, lo que generó gran estabilidad en cada bloque, afianzado además por el control del armamento nuclear a manos de las dos potencias y la confrontación indirecta por medio de terceras fuerzas .

Con todo, la Guerra Fría conllevó, por un lado, a la dependencia de algunos países que, debido al apoyo de uno u otro bando en sus enfrentamientos “satélites”, supeditaron su existencia y desarrollo a la situación de tensión entre las dos grandes potencias, sobre todo en el caso de aquellos que se alinearon en el bando soviético y se anexaron al sistema comunista. Por otra parte, éste periodo histórico, enfocado mayormente en Estados Unidos y la URSS, provocó el desconocimiento en el plano internacional de algunos Estados que presentaban problemas internos de suma gravedad.

Para ambos casos, el fin de la bipolaridad destaparía sus complicadas situaciones. Así, en los noventa se ponen de manifiesto conflictos de tipo étnico, social y confesional en gran parte del mundo, los cuales provocarían la desestabilización de sus Estados y regiones, máxime cuando los conflictos en la Posguerra Fría se caracterizarían por ser, en un 94%, de naturaleza intraestatal, respondiendo como es lógico al destape de este tipo de problemas antes ignorados y a la crisis que desataría en los países del bando soviético la caída del sistema socialista. Claro ejemplo de lo anterior, por mencionar uno solo, es el de la antigua Yugoslavia, donde se sumarían el resentimiento institucional por la caída de la Unión Soviética con un entresijo de tipo étnico que detonaría en guerras en Croacia, Bosnia-Herzegovina, Kosovo y lógicamente Serbia, gran protagonista de la crisis balcánica.

Tales situaciones despertarían el interés de los Estados más fuertes, así como el de grupos académicos y de investigación, alrededor de las crisis estatales en diferentes países, sobre todo en el denominado tercer mundo. Sin embargo, el 11 de septiembre del año 2001 se erige como el año donde dicho interés encuentra su cumbre, pues el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York convoca a los países más poderosos, iniciando por Estados Unidos, a revisar las condiciones institucionales en los países que, a su parecer, serian un peligro para la seguridad internacional. Así, gran parte de la intelectualidad relacionada con los temas del Estado, las Relaciones Internacionales y/o los conflictos, se da a la tarea de encontrar aquellas causas y posibles soluciones a las crisis en los Estados con situaciones más complejas. De esta forma se comienza a acuñar el término de Estados Fallidos, para catalogar a aquellos Estados que se caracterizan por una serie de aspectos problemáticos los cuales más adelante se tratarán.

Iniciar por el principio: ¿Que es el Estado?

Para adentrarnos a la temática de los Estados Fallidos debemos iniciar por una aproximación al concepto de Estado, el cual ha sido teorizado en diferentes oportunidades, por distintos personajes y con diversas estimaciones. “En la teoría sobre el surgimiento y desarrollo del Estado en Occidente pueden identificarse, al menos, tres corrientes: la de Max Weber, las de tipo contractualista y las de derecho internacional” .

Un breve esbozo de estas tres teorías nos pone en perspectiva. La primera corriente, weberiana, entiende al Estado como la institución que tiene a su custodia la defensa, gobernación, justicia y seguridad de la sociedad civil en un territorio claramente delimitado, lo cual garantiza por medio del monopolio de la violencia legítima, contando para ello con fuerzas armadas, administración pública, tribunales y policía.

La corriente contractualista, directamente relacionada con las bases del liberalismo político, entiende el curso de la humanidad en tres periodos consecuentes : el Estado de naturaleza, donde los hombres, por falta de una figura de autoridad que los proteja, no tienen a buen seguro su vida, libertad ni pertenencias; el acuerdo o contrato, donde los ciudadanos pactan con un soberano (el cual encarna la figura de autoridad propia del Estado) la cesión de derechos a cambio de una vida tranquila donde se garantice su vida y patrimonio; y el Estado de sociedad de tipo ideal, en el cual los individuos participan en la elección de sus gobernantes, reproduciendo con ello de forma constante la misión de garantizar el orden social.

En tercer y último lugar se encuentra la corriente del derecho internacional, en la cual el Estado se entiende como “un conjunto de atributos jurídicos: territorio definido, población permanente, gobierno efectivo y capacidad de relacionarse con otros estados en la esfera internacional” .

Para el caso que nos compete, encontramos necesaria una aproximación teórica a concepto de Estado que, sin desconocer las distinciones de tipo funcional expresadas en cada una de las tres teorías mencionadas, logre conciliar en un solo postulado las diferentes acepciones que sobre el Estado se han valorado por parte de Patricia Moncada Roa, las cuales reúnen el grueso del debate alrededor de la máxima institución en Occidente.

Así, entenderemos por Estado aquella institución que, con la aceptación de los ciudadanos que a él se adscriben, cuenta con el monopolio legítimo de la coerción física y de aplicación de la ley o la justicia en un territorio claramente delimitado, con el fin de garantizar el bienestar de sus ciudadanos y sus posesiones, así como los servicios que sus habitantes requieran. A esto lo llamaremos “legitimidad interna”. Pero además de ello, el Estado se debe manejar hacia el exterior siguiendo las pautas del Derecho Internacional y todas las regulaciones propias de este ámbito, lo cual lo dota de reconocimiento por sus pares y le brinda un espacio en el concierto internacional. A esto lo denominaremos “legitimidad externa”.

Queda claro que para lograr que lo dicho anteriormente sea posible, el Estado debe contar con unas condiciones que favorezcan su adecuado desarrollo junto con el de sus habitantes. Así, encontramos la necesidad de consolidar una institucionalidad sólida, cimentada en el derecho y alejada de cualquier tipo de acción que corrompa su buen funcionamiento, que garantice el progreso económico, político, social y cultural de su ciudadanía.

Un acercamiento a los Estados Fallidos

La discusión sobre los Estados Fallidos pasa por el análisis de casos concretos, en los cuales países con disímiles situaciones se encuentran deteriorados internamente y su proyección internacional es acorde con su situación domestica. Sin embargo, la problemática de los diferentes Estados en crisis no se queda en el simple diagnóstico, sino que llega al punto de tener que llegar a un acuerdo sobre aquello que hace de un Estado una institución fracasada luego de toparse con contextos tan variados.

Una primera aproximación a la categoría de Estado Fracasado o Fallido nos la brinda Moncada Roa. “Los Estados fracasados no controlan su territorio, han perdido el monopolio de la fuerza o rivalizan por éste con grupos armados que operan dentro de sus fronteras, han perdido legitimidad frente a amplios sectores de la población, han perdido la capacidad –por completo– para proporcionar servicios públicos o para proporcionarlos en niveles razonables, han perdido la capacidad para desempeñarse en la esfera internacional como los demás Estados soberanos, tienen gobiernos muy corruptos, etcétera” .

Como se puede ver, este primer intento de definición es correspondiente, aunque de forma inversa, a la de Estado. Ahora bien, la pregunta que sigue es: ¿que es lo que causa las fallas al interior de un Estado? De alguna forma, la fuente principal de los problemas ya mencionados para un Estado –aunque no es la causa en todos los casos – nacen del descrédito frente a su población, ocasionado en la mayoría de veces por el incumplimiento con sus deberes o por el indebido trato de sus obligaciones y potestades. Tal situación deriva entonces en el distanciamiento de la institucionalidad estatal por parte de los ciudadanos, quienes acuden a formas alternas o paralelas de regulación entre pares, conformándose así grupos no reconocidos por el gobierno central que controlan aquellos territorios donde el poder del Estado no alcanza, y se forman así nuevas dinámicas sociales, económicas, de poder y coerción que se convierten en un serio problema para el país en cuestión, pues prácticamente en todos los casos estos grupos tienen un medio de financiamiento ilícito, así como todas sus actuaciones.

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