miércoles, 30 de junio de 2010

LECTURA 2 GRADO 10°

EL ORIGEN DEL PODER DE OCCIDENTE. ESTADO, GUERRA Y ORDEN INTERNACIONAL

Carlos Alberto Patiño Villa
Siglo del hombre editores, Bogotá, 2005.

El orden internacional, entendido éste como la forma en que los Estados disponen mecanismos de poder, reconocimiento político y parámetros de acción institucional para gobernarse como sistema internacional, necesariamente requiere el entendimiento del papel que en su consolidación juegan el Estado y la Guerra, y que son, según Carlos Alberto Patiño Villa en su libro El Origen del Poder de Occidente, los grandes estandartes del proceso histórico que consolida a occidente como el bastión del mundo hasta bien entrado el siglo XX. El Estado por ser la institución por el cual y para la cual se dan las diferentes formas de orden internacional, y la guerra por el hecho de que el resultado de su aparición en el escenario mundial produce modelos de orden internacional que involucran poderes internacionales. Así, no cabe duda que el libro que a continuación se presenta resulta ser un trabajo pertinente para todo aquel que se propone entender el curso histórico de consolidación del Estado moderno, su puesta en escena en un contexto internacional de particulares características que se expondrán mas adelante y el momento actual que vive la más importante institución social desde el siglo XVII, si no antes.

El objetivo de Patiño en este libro es proponer una explicación de la formación de los Estados modernos como una creación propia de occidente, además de entender cómo esto, junto con el “individuo”, configuró el curso del siglo XX y la mayoría de ideas e instituciones políticas que gobiernan . Pero, ¿cómo encontramos la definición de Estado en este texto? Capítulos más adelante Carlos Patiño habla del Estado como la institucionalización de las decisiones políticas por medio de la coerción para controlar los recursos y las actividades, eliminando competencias internas y externas y consolidando su dirección de la sociedad y la economía por medio de la coerción capitalizada, lo cual se explicará más adelante. Así, tiene el control y monopolio de la violencia, además del control político de la sociedad al dirimir conflictos de forma justa y sin afectar a los individuos.

Ahora bien, Patiño comienza su libro presentando las diferentes formas de consolidación del Estado europeo, retomando las tres categorías de Charles Tilly sobre el Estado: el primero con énfasis en coerción – que utiliza la fuerza militar en disputas con otros Estados y en conquistas de nuevos territorios beneficiosos para sus intereses, caracterizados por contar con unas ciudades menos desarrolladas y con economías rezagadas que hacían necesario un mayor aparato coercitivo-; el segundo con énfasis en capital – basado en ciudades-Estado, con una estructura política que se mantenía por el flujo de dinero y donde la fuerza era alquilada- y por ultimo el Estado de coerción capitalizada – donde se da una relación de impuestos y reinversión de los mismos en fuerzas armadas e infraestructura con fines militares o económicos según el caso-. Sin embargo, la historia del Estado europeo no resulta ser tan mecánica como se muestra en la anterior síntesis.

El estado y sus enemigos

El Estado enfrentó una serie de “obstáculos” que se le fueron presentando a lo largo de los primeros siglos del milenio que delimita Tilly y que fueron superados para la final consolidación del Estado moderno occidental como institución reguladora y protectora de quienes habitaban su territorio de control. Su primer escollo fue la Iglesia, la cual ostentaba la legitimidad que el Estado pretendía. La solución a este problema estuvo inicialmente en manos de la reforma protestante, conveniente en gran medida a los monarcas, pues permitió que la relación entre los gobernantes y los gobernados fuera mas estrecha y que estos últimos reconocieran al monarca como el poder legitimo por encima del Papa. A este proceso de escisión se le conocería como secularización, y derivaría en la consolidación de una soberanía monárquica, lo cual implica que ningún otro monarca ni la iglesia podía contradecir las desiciones del gobernante.

El segundo contratiempo resulta ser la figura del imperio, que desde tiempos de Carlomagno, e incluso mucho antes, fue una figura de poder formal con un costo altísimo, que pretendía el dominio global y que era apoyada por el papado, pues reunía toda la cristiandad. Pero el pueblo tiene claro su sometimiento a los reinos individuales locales, lo que genera un protonacionalismo y una primigenia idea de patria. El problema se salda, según Patiño, luego de la Paz de Westfalia en 1648, donde Europa se organiza sobre un orden creado por Estados y para Estados con monarcas como jefes de los mismos, lo cual rompe las jerarquías feudales aun existentes y obsoletas para entonces.

Finalmente encontrados en Patiño los llamados enemigos internos del Estado, que son la nobleza –producto de las estructuras jerárquicas feudales– y las ciudades –“independentistas” –. En la nobleza encontramos el más enconado enemigo de la centralización estatal junto con las ciudades, evitando la integración territorial y disputando con el rey el número de propiedades, personas a su servicio e ingresos. Así, la justicia recaía en sus manos, además de aprovechar la elaboración de parlamentos que tenían la particularidad de evitar la cohesión del Estado. Mientras tanto las ciudades eran cuerpos corporativos y espacios de libertad individual, autonomías y sin presiones políticas externas. Según Patiño las ciudades se convirtieron en objetivo de guerra para el Estado luego de su ascenso económico y militar, promoviendo campañas de integración en sus territorios de dominio, lo cual logro modificar al Estado pues cambio la idea de sus habitantes que pasaron a ser ciudadanos con unos derechos propios. Así pues, términos como secularización y soberanía, particularismo, centralización y derechos ciudadanos, acompañaron el proceso de consolidación del Estado al ir superando cada obstáculo que se anteponía en el camino hacia el afianzamiento de su poder.

Estado, Guerra y Orden Internacional

Sin duda aquello que caracteriza el curso histórico del Estado y que resulta ser uno de los determinantes más importantes de su consolidación, si no el más, es la guerra. La guerra esta regida por el interés del Estado en mantener la estabilidad política, derrotar los enemigos internos y externos, además de impedir el uso de violencia por parte de civiles. Así, la coerción, recordando a Tilly, funciona para conseguir acatamiento, dinero, placeres y demás, lo cual no se logra simplemente con la práctica discursiva, con el poder de la palabra. Pero la guerra reconfigura todo el aparato estatal, pues genera en primer lugar la profesionalización de las fuerzas militares con dirección del mismo Estado, además de la diferenciación de sus funciones externas, propias del ejercito, e internas, propias de la policía; en segundo lugar, deriva en la institucionalización del Estado mismo, logrando involucrar todas las esferas de la vida de sus habitantes; en tercer lugar, trae consigo nuevas formas de orden político internacional; y finalmente, pero no menos importante, genera nuevas formas de recaudación de impuestos y administración de recursos para la guerra por medio de la creación de nuevas instituciones como las tesorerías, además de su nuevo papel como administrador de justicia.

Otras características de la guerra y de las consecuencias que ésta trae al Estado son: mejora en los sistemas financieros y contables para una más efectiva reinversión del capital estatal – gasto fiscal–; mejoras tecnológicas y, por consiguiente, industrialización, lo cual se manifiesta, por un lado, en avances armamentísticos desequilibrantes a la hora de un enfrentamiento interestatal, y por otro, la mejora del nivel educativo, de la ciencia, la investigación y la generación de universidades; cambio del significado de la guerra y de sus objetivos en busca de beneficios, además de una nueva forma de hacerla, al aparecer la estrategia y la táctica militar como una “metodología” del ejercicio bélico. Finalmente podemos decir que la guerra en el ámbito internacional logra una recomposición del poder por las rupturas y recomposiciones que de ella derivan, alterando el orden internacional por medio de tratados, reglas jurídicas, procedimientos y otros mecanismos que hacen de la guerra el momento más importante de construcción de orden internacional para Patiño.

El orden internacional se caracteriza por la gobernabilidad convenida entre un grupo de Estados incluyendo sus reglas básicas, principios e instituciones. Patiño recurre a John Ikenberry para tipificar los modelos de orden internacional, iniciando por el balance de poder, basado en el principio de anarquía, donde no hay autoridad política, los Estados no tienen posiciones fijas y los principios jerárquicos de poder se hallan en disputa. Así, la soberanía de cada Estado se enfrenta a las jerarquías internacionales, por lo cual el balance de poder se hace necesario para que cada estado mantenga su objetivo de seguridad, y por lo tanto cualquier movimiento en las posiciones relativas de poder afectará a cada Estado, lo que hace necesarias las alianzas entre Estados débiles y fuertes. Por otro lado está el orden internacional hegemónico, basado en jerarquías estatales. Así, este modelo se caracteriza por su verticalidad, por la superioridad entre Estados y la subordinación política. El uso de los mecanismos de coerción tiene un papel principal, y la competencia en el plano internacional es característica. Finalmente encontramos el orden institucional, que se basa en la posibilidad de lograr acuerdos basados en instituciones políticas y legales que asignen derechos y limites en el uso del poder de cada Estado. Los Estados más fuertes y que lideran las relaciones internacionales son constreñidos por instituciones fuertes y acuerdos obligatorios .

Burocracia, impuestos y monopolio de la violencia

El Estado no se mantiene únicamente como una institución encargada de hacer la guerra. Requiere e impone además un orden interno que no se entiende únicamente en términos bélicos, sino administrativos también. Para ello existe la burocracia, la cual se entiende en función de racionalizar la administración de los recursos además de acumular la información necesaria para el buen funcionamiento del aparato estatal – información escrita sobre la población gobernada y sobre los territorios, fronteras, recursos, geografía, economía, etc. La burocracia llega al punto de convertirse en una razón política y de Estado en si misma, justificándose por si sola y mostrándose necesaria para el desempeño adecuado del Estado.

Por otro lado, la planificación de las ciudades y la expansión territorial hace necesaria la inversión en infraestructura, en conocimiento geográfico (además de la ya mencionada necesidad de ampliar el conocimiento científico-técnico) y en el censo de habitantes. Con ello y para ello aparece la recaudación de impuestos unificados y nacionales, con lo cual se logra la mantenencia del Estado, sus funcionarios, sus fuerzas militares y la infraestructura. Los impuestos se dividen en dos tipos, a saber: impuestos indirectos e impuestos directos. Los primeros se cobran sobre las actividades económicas que realizan los individuos, es decir, sobre los intercambios de mercancías y las transacciones. El segundo tipo de impuestos, los directos, son cobrados a los individuos particulares, y se dividen en impuestos sobre capitación, impuestos sobre territorio, impuestos sobre la renta personal e impuestos sobre la renta empresarial.

Carlos Patiño también habla sobre el proceso de consolidación de la conocida definición weberiana del Estado, en la cual se dice que el Estado controla y ejerce la violencia en un territorio definido y la hace legitima, lo cual es propio del Estado-nación moderno, racional y occidental, pero además también es propio del sistema internacional al cual pertenece. Ante esta labor estatal se encuentran dos posturas: la primera de Martín Van Creveld y Geoffrey Parker, donde se entiende este proceso por medio de la creación de un marco legal que regule el ejercicio violento, como el DIH y sus respectivos antecedentes; la segunda es de Janice Thomson y se caracteriza por explicar al Estado-Nación en su papel de eliminación de la violencia no estatal, es decir, a los corsarios, mercenarios y compañías comerciales.

El individuo y el Estado: una mirada filosófica

El individuo caracteriza la civilización occidental. Su aparición engendra la secularización además de la interiorización y manifestación de valores como la libertad, el bienestar y el libre albedrío. El individuo es un ser único, irrepetible, con derechos específicos, pensante y que adquiere valores y existencia política en una sociedad, además de que establece compromisos que dan pie a construcciones institucionales.

Así, Patiño nos muestra las ideas que filósofos como Platón, Agustín, Descartes y Locke hacen sobre el individuo, y como su característica es el uso de la razón, que los hace dignos y diferentes de los animales. Además nos muestra la percepción que sobre esto tiene la reforma, con su tendencia individualista radical propia de los puritanos. Estos últimos no aceptaban la idea de la mediación entre Dios y el hombre pues aseguraban que el conocimiento de las escrituras bíblicas debía ser particular, así como el proyecto de vida, pues se entiende que el hombre se salva solo, el no salva al mundo y viceversa. Así, el individuo se separa también de la sociedad en un proceso que han llamado atomismo.

Así pues, las sociedades protestantes sufren un cambio de concepción de la vida cotidiana, pues la familia, el amor filial y/o conyugal, el trabajo y la propiedad privada son ahora los baluartes, y el futuro esta en manos de cada ser y su trabajo, su capacidad productiva deparará en destino de las vidas, lo cual resignifica lo que entendemos por libertad. La mentalidad liberal entra en escena y con ella el comercio, como expresión de igualdad en la competencia, resulta más relevante que la guerra, lo que recuerda a la Gran Bretaña del siglo XIX referida por Paul Kennedy, la cual concentró sus energías en el desarrollo comercial e industrial disminuyendo su capacidad militar.

Es este individuo al cual el Estado tiene el deber de proteger. El Estado se constituye en la institución central que protege individuos, es decir, ciudadanos, y adquiere la forma que estos le otorgan . La ciudadanía se otorga como un reconocimiento explicito a los miembros de una sociedad con responsabilidades políticas, sociales, económicas y militares. Es relevante en este punto entender a Hobbes y su Leviatán. Para Hobbes el Estado es una entidad abstracta separada del gobernante – el cual asume su poder, y de los gobernados – quienes transfieren sus poderes y derechos por medio de un contrato. Así, el Estado resulta del pacto entre los ciudadanos para abandonar el estado de naturaleza y regirse por la ley y el derecho administrado, junto con la violencia, por el soberano.

Siglo XX: triunfo del Estado moderno. Siglo XXI: incógnitas y retos

El siglo XX no fue otra cosa que el periodo histórico de consolidación del Estado occidental moderno como la institución prima en todo el globo . La economía mundial y el orden internacional se basaron en el modelo de Estado moderno, con todo lo que ello implica: secularidad, laicismo, soberanía, poder militar, relaciones internacionales, democracia, ciudadanía y libertad individual.

El fin de la primera guerra mundial en el año de 1919 significó la creación de un nuevo mapa mundial, el castigo a la beligerante Alemania y la creación de una primer estructura institucional internacional: la Sociedad de Naciones . Además dejo al planeta en una situación de anarquía generalizada que hizo necesario el uso de tratados inviolables, so pena de castigo. Así, la fundación de la Liga de las Naciones propuesta por el gobierno norteamericano en cabeza de Woodrow Wilson – pese a no participar de ella– tenia una pretensión de paz en términos morales, derivando de allí su percepción y aplicación de justicia. Pero más que ello, lo que resulta relevante de la Liga de las Naciones y del Tratado de Versalles para Carlos Patiño es la configuración de un mundo de estados democráticos y nacionales, regidos por un orden internacional constitucional, con un papel importante de las relaciones diplomáticas y la participación de los países en las desiciones, además de la solución pacifica de los conflictos por medio de tribunales de arbitramento y justicia.

Con todo, la estabilidad no imperó luego de la Liga de las Naciones y la segunda guerra mundial no demoró en detonar . De su final se derivaron dos caras para el mundo: la primera de carácter formal, donde se crea un nuevo orden mundial institucionalizado de formulación constitucional para el gobierno mundial supraestatal: la Organización de las Naciones Unidas (ONU). La segunda cara es la informal, caracterizada por los mecanismos de disputa y cooperación entre Estados Unidos y Unión Soviética, y que conocemos con el nombre de Guerra Fría. Esta última es entendida como el enfrentamiento entre el liberalismo y el socialismo, pero se caracterizó por el realismo bipolar que significó simplicidad a la hora de ejercer el liderazgo por parte de cada una de las dos superpotencias enfrentadas, lo que generó gran estabilidad en cada bloque, afianzado además por el control del armamento nuclear a manos de las dos potencias y la confrontación indirecta por medio de terceras fuerzas.

Pero el fin de la Guerra Fría, es decir, la caída de la Unión Soviética en el proceso conocido como la perestroika y el derrumbe del muro de Berlín, por ende el supuesto triunfo de los valores liberales con su renacimiento denominado neoliberalismo y un proceso de globalización económica, en últimas, el aparente triunfo de los valores modernos y occidentales en cabeza de Norteamérica, se enfrenta a nuevos retos desde finales del siglo XX y en pleno comienzo del siglo XXI, retos que proceden de otras latitudes que nunca antes resultaron ser una amenaza latente para occidente. Los nuevos tráficos ilegales y sobre todo la reinterpretación religiosa del orden político y social ha provocado, según Patiño, un desplazamiento lento de la primacía internacional en occidente. Nuevas fuerzas como el islamismo ponen en una difícil situación a los países de Europa y a Estados Unidos.

El primero de los retos, el tráfico ilegal, burla los controles norteamericanos para el desmantelamiento de armamento nuclear, y pone en tela de juicio el papel de los estadounidenses como garantes de la seguridad internacional, eso sin descontar a la OTAN en este importante rol. El segundo de los desafíos es el fundamentalismo y nacionalismo religiosos, con un ejemplo claro como es el de Al-Qaeda y sus atentados del 11 de septiembre de 2001 en New York, pero aclarando que no es el único, pues se suele cometer el error de asociar este segundo desafío exclusivamente con el islamismo radical y se olvidan casos como el yugoslavo o el irlandés. Este último punto deja muy claro que el problema reside en afrontar los problemas no occidentales con lógicas occidentales, lo cual deja abierta la necesidad de cambia la mentalidad del presente momento así como fue posible el cambio de mentalidad luego de la reforma y el Laissez-faire.

Un nuevo fenómeno que se está presentando en la actualidad es el cambio lento y progresivo del centro gravitacional de la economía, antes localizado claramente en Estados Unidos – desde 1980 Norteamérica ha estado a la cabeza de la tercera revolución industrial, es decir, la producción, distribución y ampliación de información, lo cual generaba empleos dependientes de la economía de servicios y de la producción de nuevo armamento– y que se ha venido desplazando al continente asiático – China, Japón, India, Rusia en proceso de recuperación, además de los altos índices demográficos que estos países ostentan– y hacia la nunca desestimable Unión Europea.

Así, finamente encontramos los nuevos retos académicos que Patiño encuentra luego de entender estas recientes condiciones del panorama mundial. La globalización y su difusión de la tercera revolución industrial, el debate entre liberalismo y comunitarismo, las teorías de la justicia como el caso de Rawls y el orden capitalista, el imperio norteamericano, el renacer socialista, las nuevas formas de imperialismo y de resistencia popular son, para el autor, algunas de las grandes temáticas que estarán en boga a partir de los nuevos tiempos de reconfiguración del Estado y el orden internacional. Tiempos y cambios que han comenzado a contar hace ya algunos años y que resultan ser el obstáculo más grande a superar por parte del hemisferio occidental del planeta.


BIBLIOGRAFIA

HOBSBAWM, ERIC. Historia del siglo XX.

KENNEDY, PAUL. Auge y caída de las grandes potencias. Editorial Debolsillo, España, 2004

PATIÑO VILLA, CARLOS ALBERTO. El origen del poder de Occidente Estado, guerra y orden internacional, Siglo del hombre editores, Bogotá, 2005.

TILLY, CHARLES Coercion, Capital Y Los Estados Europeos: 990-1990. Alianza Editorial S.A.

No hay comentarios:

Publicar un comentario